Alejandro González Iñárritu: la agudeza del cine contemporáneo (Esp | Eng)

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En 2000, abriendo el nuevo siglo, fuimos sorprendidos por un filme que nos estremeció, hecho por un cineasta mexicano desconocido para la gran mayoría. Me refiero a Amores perros y a Alejandro González Iñárritu. En aquel momento tenía 37 años; hoy cumple 61, pues nació el 15 de agosto de 1963. Desde entonces, ha hecho una carrera espléndida como director y guionista, entregándonos obras de altísima calidad cinematográfica. No es fortuito que sea uno de los cineastas hispanoamericanos con más nominaciones y premios, tanto él como sus filmes, en cuanto a guion, actores, música; además, haber sido presidente del jurado del Festival de Cannes de 2019 lo coloca en una posición privilegiada.

Me referiré brevemente a tres de sus filmes, desde mi perspectiva estrictamente personal.


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El director Alejandro González Iñárritu durante un rodaje - Fuente | Source


Amores perros me cautivó, en primer lugar, por su estructura y estrategia narrativa, conformando una estética formal central nada acostumbrada en el cine latinoamericano (este modo ya había sido usado por otros directores no hispanoamericanos, como Tarantino, por ejemplo). La narración de tres historias a la vez (por supuesto, consecutivamente), aparentemente desconectadas, que van a converger al final, constituye una modalidad (lo que han llamado "cine coral") muy atractiva. El director mexicano, con base, indudablemente, en un excelente guion (de Guillermo Arriaga), resuelve esta compleja trama con una destreza magistral, aun siendo su primer largometraje de ficción.

Para ello se acude a un magnífico trabajo de edición ("montaje paralelo convergente") con el cual se va a lograr la ilusión de la simultaneidad. Las actuaciones, en especial la de Gael García Bernal (y el uso de unos representativos ejemplares caninos), le otorgan el realismo crudo, necesario para que seamos capturados como espectadores por esas historias, sostenidas en un trabajo fotográfico y de cámara de suma calidad, así como en el sonido, sea este de música o ruidos.

Si bien el filme se nutre de la realidad urbana mexicana, trasvasa esas fronteras a las de cualquier país de nuestro continente, incluso de otros, en nuestra disoluta y dramática contemporaneidad. Se trata de la conjunción / disyunción de pobreza y opulencia, de necesidad y violencia, que confluye en la tragedia y la muerte, como un destino que impregna nuestras vidas.



Luego, en 2003, nos ofrece una realización extraordinaria, el preferido hasta ahora por mí de toda su filmografía: 21 gramos. Usando la modalidad anterior de las historias que transcurren separadas pero que se encuentran, González Iñárritu, nuevamente acompañado por el guionista Guillermo Arriaga, nos ofrece un agudo drama de la vida, signada por el trágico azar o por la enfermedad inexorablemente mortal, pero esa vida que pervive animada por el amor y la esperanza. La alusión de su título: "21 gramos" al legendario peso del alma al abandonar el cuerpo extinto, ya es una imagen que nos atrapa emocionalmente. Y será una emoción, marcada por la melancolía y la nostalgia, la que nos remueve al ver este filme de llamativo carácter poético, tal como lo consagran los versos del poeta venezolano Eugenio Montejo, declamados por el personaje protagonizado por Sam Penn: "La tierra giró para acercarnos, / giró sobre sí misma y en nosotros, / hasta juntarnos por fin en este sueño".



Su tercer largometraje de ficción, de 2006, Babel, nos confronta con una estructura narrativa similar a las dos anteriores, que le ha resultado exitosa a nuestro director: tres situaciones de vida ocurridas a personajes en tres países diferentes, generadas por un hecho aparentemente inconexo, nos confrontan con los graves dilemas universales y quizás atemporales: el amor y sus imposibilidades, el destino y la muerte de nuevo, y la incomunicación; de allí quizás el título, en alusión a la referencia bíblica. Fue un filme que también me conmovió por sus historias y las implicaciones temáticas en su conjunto.

Al igual que las dos anteriores, también esta contó con el aporte del guionista Guillermo Arriaga y actuaciones de primera, que le dan una fuerza particular al drama que nos plantea, y asimismo de una deslumbrante fotografía (especialmente sus paisajes), banda sonora (el compositor Gustavo Santaolalla fue premiado) y el indispensable juego de montaje, por la complejidad narrativa.



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Alejandro González Iñárritu: the sharpness of contemporary cinema

In 2000, at the beginning of the new century, we were surprised by a film that shook us, made by a Mexican filmmaker unknown to the vast majority. I am referring to Amores perros and Alejandro González Iñárritu. At that time he was 37 years old; today he is 61, having been born on August 15, 1963. Since then, he has had a splendid career as a director and screenwriter, giving us works of the highest cinematic quality. It is no coincidence that he is one of the Latin American filmmakers with the most nominations and awards, both for him and his films, in terms of script, actors, music; Furthermore, having been president of the jury at the 2019 Cannes Film Festival puts him in a privileged position.
I will briefly refer to three of his films, from my strictly personal perspective.
Amores perros captivated me, first of all, for its structure and narrative strategy, creating a central formal aesthetic that is not very common in Latin American cinema (this method had already been used by other non-Latin American directors, such as Tarantino, for example). The narration of three stories at once (of course, consecutively), apparently disconnected, that will converge at the end constitutes a very attractive modality (what they have called "choral cinema"). The Mexican director, undoubtedly based on an excellent script (by Guillermo Arriaga), resolves this complex plot with masterful skill, even though it is his first feature film and a fiction film.
To achieve this, a magnificent editing work is used ("convergent parallel montage") with which the illusion of simultaneity is achieved. The performances, especially that of Gael García Bernal (and the use of some representative canine specimens), give it the raw realism necessary for us to be captured as spectators by these stories, supported by photographic and camera work of the highest quality, as well as by the sound, whether music or noise.
Although the film is nourished by the Mexican urban reality, it crosses those borders to those of any country on our continent, even others, in our dissolute and dramatic contemporaneity. It is about the conjunction/disjunction of poverty and opulence, of need and violence, which converges in tragedy and death, like a destiny that permeates our lives.
Then, in 2003, he offers us an extraordinary film, my favorite so far of all his films: 21 Grams. Using the previous method of stories that take place separately but that meet, González Iñárritu, again accompanied by the screenwriter Guillermo Arriaga, offers us an acute drama of life, marked by tragic chance or by an inexorably fatal disease, but that life that survives animated by love and hope. The allusion of its title: "21 grams" to the legendary weight of the soul when leaving the extinct body, is already an image that captures us emotionally. And it will be an emotion, marked by melancholy and nostalgia, that moves us when we see this film of striking poetic character, as enshrined in the verses of the Venezuelan poet Eugenio Montejo, recited by the character played by Sam Penn: "The earth turned to bring us closer, / it turned on itself and in us, / until we finally joined in this dream."
His third feature film, from 2006, Babel, confronts us with a narrative structure similar to the previous two, which has been successful for our director: three life situations that occur to characters in three different countries, generated by an apparently unrelated event, confront us with serious universal and perhaps timeless dilemmas: love and its impossibilities, destiny and death again, and lack of communication; hence perhaps the title, in allusion to the biblical reference. It was a film that also moved me because of its stories and the thematic implications as a whole.
Like the previous two, this one also had the contribution of the scriptwriter Guillermo Arriaga and first-class performances, which give a particular force to the drama it presents, as well as dazzling photography (especially its landscapes), soundtrack (the composer Gustavo Santaolalla was awarded) and the indispensable editing game, due to the narrative complexity.


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2 comments
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La forma en que entrelaza las historias y la crudeza con la que retrata la realidad es impresionante. "21 gramos" es una obra maestra que explora la fragilidad de la vida de una manera tan poética que deja huella. 👋